domingo, 18 de octubre de 2009

Cuadernos 14 La botánica en el exilio... (Continuación)

LA BOTÁNICA EN EL EXILIO.
MARIANO LAGASCA Y EL HORTUS SICCUS LONDINENSIS (1827)*
José Luis Maldonado Polo
Dtº Historia de la Ciencia. Instituto de Historia (CSIC).*
*
LAGASCA EN INGLATERRA
(Continuación II)

La primera de ellas ya la había traducido Lagasca en Madrid en 1816 y 1817. En una carta, en latín, que envió a Decandolle, desde Londres el 10 de agosto de 1830, traducida al inglés y al español y reproducida por Constance y Rodríguez (1975, 140-142 y 143-146), que básicamente además de referirse a cuestiones personales, consiste en una serie de comentarios sobre la memoria de las umbelíferas y la Teoría elemental. En ella le informaba que había hecho, al parecer en “Gabstol”, Gibraltar según los traductores, la versión al español de la “Glosología” y que hacía seis meses que había reanudado ya en Londres de nuevo esta labor sobre la obra, rectificando bastante el texto, especialmente el capítulo 2 en que se trata de términos organográficos y otras innovaciones recientes en la actualidad que debieran contemplarse. Igualmente añadió otras novedades al capítulo 1, propias del idioma español, que le parecían enriquecedoras para el texto botánico, de manera que por todo lo que se ve más que una traducción, como le comenta a Decandolle, se trataría de un libro, tal vez elemental pero propio y nuevo, por lo que se publicará con su nombre si el destino se lo permite, para lo cual le solicitaba su permiso, como ya había hecho su hijo Alfonso.
Por tanto su propósito en Londres fue de nuevo resolver el fallido intento de publicación en nuestro idioma e ilustrarla con los dibujos y ejemplos necesarios pero cambiando el orden con el que figuraba en el texto original. En primer lugar mandó al impresor las partes de la taxonomía y la fitografía a las que añadió bastantes ejemplos y algunas notas, especialmente a la segunda de ellas, a la que agregó un catálogo conteniendo los órdenes naturales que Decandolle había publicado en el volumen 3 del Prodomus Systema Naturae y también los caracteres ordinales y genéricos de las ranunculáceas, para que sirvieran como normas a los discípulos, de manera que su obra así ampliada aclarase sus propios ejemplos. Sin embargo, pese a todo el esfuerzo, Lagasca nada pudo conseguir y la traducción de la obra nunca se publicaría en español.
Es encomiable el sentido patriótico de Lagasca al reivindicar el valor de la ciencia nacional, a propósito de las alabanzas que Decandolle dedicó en su Teoría elemental, a los afamados dibujantes de plantas, Poiteau y Turpin, sobre las que él dedica esos elogios a los artistas que enriquecieron la obra de Mutis, como atestiguan las láminas de Plant. Aequinoct y Monogr. de Rhexia y Melastoma, escogidas de las láminas de Flora Bogotensis conservadas en el Jardín de Madrid (Constance y Rodríguez, 1975, 145).
En otro orden de ideas se le brindó la oportunidad de formar parte de la redacción de la revista Botanical Register pero su desconocimiento, por entonces, del inglés le impidió asumir la propuesta. Se le encargó de terminar la Flora Graeca con los materiales que John Sibthorp había colectado, pero la desaparición de Smith, su gran valedor, se prefirió por razones legales a testamentarias a su compatriota John Linfley (Yánez, 1842, 43 y 44; Britten, 1924, 348).
En Londres también colaboró en el Diccionario Español-Inglés de Neuman, Baretti y Seoane, de gran éxito editorial, relativo a las artes, ciencias, manufacturas, comercio, navegación, etc., para el que Lagasca redactó un “Glosario de términos botánicos”. En una de sus muchas ediciones, copilada y revisada en exclusiva por Mateo Seoane a propuesta de sus propietarios originales, incluyó un gran número de términos que mejoraron notablemente esas voces científicas, gracias a definiciones más claras y precisas, sobre todo en medicina y ciencias naturales. Seoane en el “Prefacio” afirma que su intimo amigo y compañero Mariano Lagasca le hizo componer de nuevo todo lo perteneciente al reino vegetal, encargándose él mismo de ese cometido.
Este reconocimiento de Seoane hacia Lagasca lo hizo también extensivo a sus amigos Joaquín Villanueva, Pablo Mendibil y Vicente Salvá, por la ayuda que le prestaron en la edición y sobre todo a este último que colaboró en la revisión y corrección del texto y a quién se debió la perfección tipográfica del Diccionario (Seoane, 1867, V-X).
Además Lagasca en su etapa londinense difundió también el estado de la botánica y la agricultura española redactando artículos que se publicaron en el Gardener´s Magazine entre 1826 y 1828. En el primero de esos años apareció el “Sketches of the botanical, horticultural, agronomical and rural circunstances of Spain” dedicado casi por completo a la historia y descripción del Jardín Botánico de Madrid, que había estado bajo su dirección desde 1816 hasta 1823, y en que vertía grandes elogios a la institución científica madrileña, al afirmar que era uno de los mejor dotados de Europa en su tiempo (Lagsca, 1826). En los dos años siguientes compuso “On the gardening and Botany os Spain”, que dividido en dos partes, dedicó principalmente a los jardines botánicos en general y a los “pleasure gardens” (jardines de recreo), con instructivos comentarios muy útiles para el naturalista y también para el historiador. El contraste entre la relativa prosperidad española del siglo XVIII y la extrema pobreza del XIX se refleja también en sus jardines y así lo expresó Lagasca; el jardín de Cádiz era un ejemplo de esa decadencia por su abandono en los últimos lustros de lo que iba de siglo (Lagasca, 1827, 1828).
En los últimos números del Repertorio Americano, de abril y agosto de 1827 publicado en Londres, aparecen artículos de Lagasca, junto con los de su fundador, el latinoamericano Andrés Bello y los de los emigrados españoles Mendibil y Salvá. De Lagasca es la traducción y las notas de un fragmento de una obra, en latín, del viajero alemán, Doctor C.F.P. de Martius sobre plantas medicinales de Brasil. La traducción del relato del viaje, realizado entre 1817 y 1820 por el co-director y segundo conservador del Jardín Botánico de Munich, quedó inconclusa por la desaparición de la revista, pero Lagasca la reanudó en el tomo III del nuevo repertorio que con el título de Miscelánea Hispano-Americana de Ciencias, Literatura y Artes, continuó editándose (Lagasca, 1973).
La vida en Londres era muy cara para muchos de los exiliados españoles y Lagasca recibió a través de Blanco White un donativo en 1826 para paliar su precaria economía (Llorens, 1868,59). No obstante su apurada situación le llevó al extremo de tener que desprenderse de su ya escaso patrimonio científico, tras la pérdida de sus materiales en Sevilla.
Un hecho que confirma este penoso episodio lo confirma la venta, en 250 libras, que ofreció al duque de Bedford de los seis volúmenes de láminas coloreadas que forman el Herbarium Pictum Hispanicum, cuya utilidad para él era grande por servirle de referencia básica en su proyecto sobre la Flora española. La obra, con 1.383 dibujos iluminados de plantas principalmente europeas y algunas africanas, americanas y asiáticas, se la compró Lagasca a la viuda del conde de Casa Valencia en 1820, según se desprende de un borrador de carta que dirigió al duque de Bedford, escrita con toda seguridad en 1827 y que se conserva incluida en el Tomo I del Herbarium Pictum, transcrita y reproducida por Eduardo Reyes Prósper (1917, 231 y 232).
Parece que la venta finalmente no se llevó a cabo, ya que en el catálogo de 1829 de los libros que V. Salvá ofrecía al público en su librería londinense por un precio de 140 libras, la obra, que incluía un 7º volumen de texto manuscrito, aún figuraba, con el número de registro 3237, como perteneciente a Lagasca. Podemos aventurar que en esta fecha tampoco se vendió la obra y es muy probable que viniera a España con el mismo Lagasca después de 1834, aunque como señala Colmeiro en 1858 se desconocía su paradero (Colmeiro, 1858,73), pudiendo haber pasado en este intervalo de tiempo a Málaga, ciudad a la cual llegaron de forma un tanto extraña algunos materiales botánicos y libros del botánico aragonés (Baguena, 1958), si bien en la actualidad se encuentran formando parte del patrimonio científico del Jardín Botánico de Madrid.
Las penurias continuaron en los años siguientes y unos meses antes de su traslado a Jersey volvió a intentar vender sus pertenencias, herbario, libros, etc., y sacar algún provecho de sus conocimientos mediante la publicación de algún tratado sobre agricultura o medicina (13). Pero estas iniciativas no fueron capaces de solventar las dificultades económicas, como lo pone en evidencia el que, ya residiendo en Saint Heliers, en Jersey, solicitara para su hijo Juan “la gracia concedida a los mayores de 15 años, cumplidos, incluyéndolo por separado en la Lista de S. Gr. Sr. Duque de Wellington, con el socorro mensual de 48 chelines”. La solicitud aludía a las ayudas que el gobierno inglés le prestó “proporcionando escuela gratuita a sus dos hijos menores Juan y Francisco” mientras permanecieron en Londres (14).
En esas mismas fechas recibió algunas ofertas esperanzadoras que le permitieran afrontar su situación. El químico y farmacéutico Andrés Alcón, amigo de Lagasca y compañero de exilio en Inglaterra, (estuvo en Edimburgo y en Londres donde probablemente pasaron mucho tiempo juntos), le informó, desde París donde se encontraba entonces de la posibilidad de trasladarse ambos, junto a otros también expatriados como Flores Estrada y Puigblac a Guatemala, donde el futuro presidente de esa república les proporcionaría unas buenas condiciones de vida (15); sin embargo ni uno ni otro aceptaron la propuesta y continuaron en sus lugares de acogida hasta su retorno a España.
Lagasca residió durante sus últimos años en Londres en el nº 15 de la calle Jonson, en Somers Town (barrio español en Londres, cerca de Easton Square y la iglesia de San Pancracio-Kings Cross en la actualidad), pero el catarro crónico que padecía y el clima frío y triste de Londres le impulsaron a trasladarse al más suave de la isla de Jersey (169, en donde permaneció desde 1831 hasta 1834. En este sentido su decisión estaba precedida por la marcha de Londres de muchos de sus compañeros de exilio. Se sabe que a finales de 1825 y principios de 1826, unos cuatrocientos emigrados, cerca dela mitad dela colonia de Somers Town, se desplazaron a Jersey en el Canal de la Mancha, atraídos por la abundancia y baratura dela vida y por el clima. Casi todos se establecieron en el pueblo de Sainé Helare, donde pudieron dedicarse al cultivo de la tierra y al ganado vacuno (Llorens, 1968, 46).
Lagasca lo hizo en octubre de 1831 y unos días antes enviaba su equipaje, veinticuatro cajones de libros y materiales científicos, en el barco “The Marys” a través del agente de negocios y notario, Lewis Wilson, como encargado del traslado (17).
Recorrió la isla herborizando, examinó los cultivos de gramíneas y asesoró a los propietarios de las fincas y granjas; este el caso de su amigo el coronel John Le Couteur, a quién ayudó a mejorar las castas de cereales. Recompuso algunos escritos de la Flora española y formó un nuevo herbario de fanerógamas y helechos de la isla y un catálogo de sus especies en el que indicaba sus localidades de recolecta y curiosas observaciones, que hubieran sido suficientes para redactar la Flora de Jersey.
Durante su estancia en Inglaterra algunas corporaciones científicas europeas le distinguieron con diversos honores: miembro honorario de la Sociedad botánica de Ratisbona (Baviera) (21-IX-1824), corresponsal de la Real de horticultura de los Países Bajos (17-I-1828), corresponsal de la Linneana de Estocolmo (31-III-1832) y socio honorario de la Real Academia Irlandesa, (24-VI-1833) (Yánez, 1842, 42-47). La Sociedad de Horticultura y Agricultura de Jersey, de la que era secretario Le Couteur, le nombró miembro honorario el 31 de agosto de 1833 (18).
Al igual que ocurrió con otros botánicos españoles como Cavanilles, Carlos Gimbernat, Palau o Pavón, los botánicos ingleses le facilitaron su nombramiento como miembro de la Sociedad Linneana de Londres el 21 de diciembre de 1831, eximiéndole del pago de cuotas y derechos de entrada, que en sus circunstancias no hubiera podido pagar. Sociedad a la que Lagasca deseaba pertenecer desde mucho tiempo atrás, como se lo manifestó reiteradamente al embajador en Inglaterra (19) y a otros compatriotas que se encontraban en Londres en 1819 y 1820, insistiéndoles en su petición para que intercedieran en el momento que se produjera alguna vacante (20).
Para Colmeiro “Lagasca digno sucesor de Cavanilles, fue el primer botánico de nuestro siglo y el único que durante muchos años sostuvo en el mundo científico el honor de la Botánica española” y fue condecorado con la Orden de Isabel la Católica (Colmeiro 1858, 195).
EL HORTUS SICCUS LONDINENSIS (HSL)
(Continuará)

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