miércoles, 20 de octubre de 2010

Cuadernos 120 Lagasca y el Origen de la Instrucción Pública

ORIGEN DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA EN ESPAÑA
Por José María Cebrián Muñoz
Hay un mito, muy extendido en nuestros días, que viene a decir que hasta que no llegó el socialismo al poder no hubo “nada de nada” en la enseñanza de nuestro país. Decir eso en la España de Cervantes, Góngora, Quevedo, Lope de Vega, la Universidad de Salamanca o Santiago Ramón y Cajal parece temerario, sin embargo, se dice y se airea con absoluta desfachatez e intencionalidad. Se obvia lo complejo de nuestro devenir histórico y de nuestras acciones y reacciones humanas. Se oculta, a veces, el esfuerzo personal de mucha gente tratando de promover el bien común y la liberación del hombre a través del conocimiento. Ignoran muchos, pero no los encinacorberos, que uno de los sabios de mayor prestigio en la Europa de su tiempo vital, Mariano Lagasca, “estudio de pobre” trabajando a la vez. Cuenta Vicente Martínez Tejero, de Lagasca, que siendo éste estudiante “suplica” a la Universidad de Zaragoza que “no hallándose con medios” para obtener los grados de bachiller en Filosofía y Medicina, “se digne admitirlo para uno de pobre de los que da esa universidad”. Nobles, Cabildos, Escolanías, Gremios, Seminarios, Ayuntamientos y Universidades de toda España tenían abiertos centros de enseñanza hasta mediados del siglo XIX en que se promulga la famosa ley Moyano. Tiempo atrás, también, se llevó a América nuestro modelo de Universidad, y la instrucción de los indios, fue una preocupación constante de franciscanos y jesuitas. Pero en el siglo XIX, el siglo del Liberalismo, las ideas de la Revolución Francesa se extienden como pólvora de norte a sur y de este a oeste de Europa. En esta España decimonónica a Lagasca se le tilda de afrancesado (a pesar de que renunció a los honores que le rendía la administración napoleónica y se enroló el ejercito español) y es, quizá por ello, una de las figuras clave en el intento de implantar la enseñanza básica y obligatoria, para todos los niños españoles. Es famoso su discurso de apertura del Real Jardín Botánico de Madrid del año 1821 en el que de forma clara y contundente, siendo Diputado a Cortes por Aragón, y en el seno de la Institución de mayor prestigio científico de la España de entonces, propone los tres grados de la Enseñanza: primaria, secundaria y universitaria. La primera gratuita y universal, las otras voluntarias. Propone además un sistema de financiación y un sueldo mínimo a los maestros para evitar su absentismo de la tarea docente. El intento no cuajó, entre otras cosas por la deriva del Trienio Liberal (1820-1823), el regreso del absolutismo borbónico (entrada en España de los Cien Mil Hijos de San Luis) y el exilio de muchos liberales. Sin embargo, este deseo de los liberales, no se llevaría a cabo hasta mediados del siglo XIX y con cargo al presupuesto de los ayuntamientos. La España del siglo XIX se desangra con la Guerra Carlista y las otras guerras de segregación abanderadas por la burguesía criolla americana (Simón Bolívar era de origen vasco). No fue, la americana, una guerra de independencia -del pueblo nativo- contra la corona española como se quiere presentar ahora (otra falacia). La burguesía criolla vio la forma de independizarse de una España en regresión tras la invasión francesa. A continuación, esa burguesía dominante, impuso La Lengua Castellana como lengua obligatoria en los nuevos países hispanoamericanos y a esas gentes nativas que tan valientemente habían combatido a su lado, como forma, ahora, de dominación. Es un esquema que comprenderemos bien si observamos la actitud actual de catalanes, vascos y gallegos. Finalmente, en el año 1857 el ministro liberal Claudio Moyano Samaniego publica la ley de “Instrucción Pública” que declara obligatoria la enseñanza primaria en toda España. Los muchos gastos militares hicieron que el dinero obtenido en las sucesivas desamortizaciones y la supresión de muchas cátedras de teología, no llegara al fin previsto y se “perdiera” en unas guerras que destrozaron España. La instrucción del pueblo español siguió renqueante y muchos maestros abandonaban la escuela al no percibir salario alguno para su subsistencia (“pasas más hambre que un maestro de escuela”). Fue Lagasca un ejemplo de esfuerzo personal. Una isla en un océano de conflictos y, a la postre, un romántico que aceptó su lucha con valentía y entrega. Lagasca que fue Director del Real Jardín Botánico de Madrid fue además de un enorme científico un gran pedagogo. Elaboró un gran número de programas y textos con los que organizó la enseñanza en el Real Jardín Botánico. Gracias a su tesón se conserva el herbario de Mutis. Estando exiliado en Londres confeccionó el Hortus Siccus Londinensis con un claro afán didáctico. Él es el primer referente español sobre la universalización de la “Instrucción Pública” y comprendió muy pronto la necesidad de que el profesorado compartiera experiencias, opiniones y de que trabajara y se organizara de forma coordinada. A este fin instó al Gobierno de Isabel II para que se creara “La Junta de Profesores”, encargada de la dirección y administración del Museo de Ciencias Naturales cosa que se hizo por Real Orden de 21 de septiembre de 1837. Esta medida, quería el encinacorbero, que se hubiera extendido a todo los establecimientos de enseñanza de España. Lagasca murió en el palacio Episcopal de Barcelona… estudiando y enseñando, en 1839. Dice el doctor don Agustín Yáñez y Girona, de Lagasca, en los últimos días de su vida: “… vi animarse su rostro cadavérico, al revolver los pliegos del papel, mostrarme algunas de sus queridas gramíneas, y explicarme las diferencias entre las salvias que tenía recogidas”. Tal fue la vida y la muerte de don Mariano un ejemplo que debería estar presente en esta generación de la abundancia. Ahora los jóvenes, ¡lo quieren todo y lo quieren ya! A Lagasca en Sevilla, camino del exilio, le destruyeron la Flora Española que representaba el esfuerzo de más de 20 años de trabajo científico… y empezó de nuevo. Lagasca murió pobre, pero adelantó en cien años la teoría de la evolución en los vegetales.

Cuadernos 119 Elogio de Lagasca

Foto tomada el 1º de octubre en las tapias de José Luis Casanova
*
ELOGIO HISTÓRICO
A
D. MARIANO LA GASCA Y SEGURA
*
1776 – 1839
Por el doctor Agustín Yáñez y Girona
*
TREINTA Y SEIS
En este lastimoso periodo de su existencia, recibió noticias del nombramiento de socio corresponsal con que le manifestó su aprecio en 14 de abril la Sociedad Farmacéutica Lusitana; disponiendo la providencia que, así como una corporación médica fue la primera en distinguirle con el título de socio, otra corporación farmacéutica fuese la última en manifestar al orbe civilizado el respeto que se debía a su relevante mérito. En aquellos últimos de su vida manifestó mucho afecto a varios individuos de esta Academia, entre los que no puedo tener el honor de contarme porque las atenciones que tuvo conmigo eran un puro afecto de su modestia y benevolencia. Estimó particularmente a nuestros malogrados consocios don Joaquín Doménech y don Pastor Rosés, de quienes había formado las más bellas esperanzas, muy ajeno de que pronto debía seguirle y acompañarle a la tumba estos dos jóvenes, como dos plantas segadas por la guadaña antes de completar su florescencia. Hablaba siempre con especial cariño de nuestros consocios ausentes, amigos íntimos suyos, don Mariano Graells y don Eduardo Carreño, y en términos tan expresivos de su talento y constancia, como si este último debiese ser su sucesor en la botánica nacional, y aquel su representante en la zoología española. Los presentimientos de nuestro sabio moribundo han fallado desgraciadamente en cuanto a Carreño, victima de su celo y laboriosidad en París y cuya temprana muerte lloran todos los amantes de las Ciencias. ¡Quiera Dios que a lo menos se verifiquen en cuanto a nuestro Graells!