lunes, 21 de junio de 2010

Cuadernos 110 Elogio de Lagasca

Flor del rosal silvestre o gabardera.
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ELOGIO HISTÓRICO
A
D. MARIANO LA GASCA Y SEGURA
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1776 – 1839
Por el doctor Agustín Yáñez y Girona

VEINTIOCHO
Durante su permanencia en Londres visitó nuestro consocio todos sus alrededores, a veces solo y a veces en compañía de diferentes botánicos ilustres, y con los productos de estas recolecciones compuso y publicó las cuatro entregas del Hortus siccus londinenses, que forman un tomo; cultivó de los cereales y las umbelíferas en el mencionado jardín de Chelsea; arregló para sí un nuevo herbario con todas estas producciones y las recogidas en los jardines que también se le franquearon de la Sociedad horticultural de la misma ciudad; escribió nuevos tratados sobre las familias de las aparasoladas y gramíneas; tradujo la Teoría elemental de Botánica, Decandolle, enriqueciéndola con notas curiosas, cuya obra queda inédita en poder de su familia. Por haber perdido en Sevilla los Elementos de Botánica, que tenía compuestos para uso de los alumnos desde 1806 en que una injusta e interesada censura le había privado su publicación, volvió a componerlos de nuevo con todas las mejoras obtenidas en la ciencia, y con el fruto de sus observaciones los que se hallan también inéditos. Publicó varios escritos en un periódico titulado “Ocios de los españoles emigrados” a saber: sus Observaciones sobre las aparasoladas, en los números de septiembre a diciembre de 1825 y en el de junio de 1827 un artículo necrológico de su amigo don Francisco Fernández Gascó y la biografía de su íntimo Clemente, sacada de la Gaceta de Madrid de 27 de marzo del mismo año y acompañada de notas muy curiosas. No creo que puedan darse pruebas más convincentes, tanto de su actividad laboriosa como del aprecio que le dispensaron los sabios de Inglaterra. El clima de la nebulosa no fue muy favorable a nuestro consocio, ya que había sufrido algunas veces afectos catarrales, resultantes de sus peregrinaciones y sobre todo de las intemperies experimentadas en el jardín botánico de Madrid, la disposición morbosa en que quedaron los órganos de su pecho, generaron, por fin, en un catarro crónico, acrecentado por las causas morales y la húmeda frialdad del país inglés. Esta novedad le decidió a elegir un clima más benigno y a pasar a la isla de Jersey, en la que residió desde 1831 hasta 1834 y consiguió restablecer algún tanto su salud. En dicha isla hizo varias excursiones botánicas, examinó el cultivo de las gramíneas, auxilió con sus conocimientos a los propietarios, quienes de este modo mejoraron las castas de sus cereales, recompuso algunos escritos sobre la Flora española y sostuvo sus relaciones con los botánicos, sus amigos y admiradores. Formó, además, un herbario de las plantas fanerógamas y helechos de la isla y un catálogo de todas las que vio en ella con indicación de sus localidades y curiosas observaciones en latín, con cuyos materiales podría componerse la Flora de Jersey. Uno de los propietarios que contrajo con él una amistad más íntima, fue el coronel Le Conteur, de quien, después de su regreso a Madrid, recibió una carta muy satisfactoria, dándole las gracias por las mejoras que él le había proporcionado verificar en el cultivo de sus campos y confesándole que a ellas se debía el triunfo que acababa de obtener, pues que habiendo el Gobierno inglés prohibido la importación en Inglaterra de los granos de Jersey, las autoridades de dicha isla habían comisionado al coronel para solicitar personalmente la revocación de la expresada providencia, con la muestra de los cereales cultivados en la isla y que habían gustado tanto, que no sólo se obtuvo la deseada revocación, sino también la declaración de Jersey como semillero de Inglaterra.

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