viernes, 11 de junio de 2010

Cuadernos 107 Elogio de Lagasca


ELOGIO HISTÓRICO
A
D. MARIANO LA GASCA Y SEGURA
*
1776 – 1839
Por el doctor Agustín Yáñez y Girona

VEINTICINCO

La fama de sus conocimientos y virtudes de su adhesión a las instituciones sociales fundadas en la Naturaleza, movió a sus compatriotas aragoneses a que le confiasen el arduo y elevado encargo de representante en las Cortes de 1822 y 1823.
La Gasca, siempre español, siempre libre, siempre amante del bien e independencia de su Patria, desempeñó cumplidamente su alta misión y arrostró todos los compromisos de aquel Congreso, que lucho con circunstancias invencibles y sucumbió a un conjunto de perfidias, desafecciones y violencias de que hay pocos ejemplos en la Historia.
En consecuencia pasó a Sevilla llevando consigo sus libros, su herbario y sus preciosos manuscritos, entre otros, los de la "Flora española", que estaba ya en disposición de darse a la Prensa y dejó en poder de su amigo Clemente los manuscritos y ejemplares relativos a la Ceres, en la que trabajaban juntos. Hizo el viaje herborizando, bien ajeno de la suerte que le esperaba en Sevilla, pues todos los intervalos que le dejaron las arduas tareas de la legislatura, las ocupó, entonces como ahora, en el examen de los vegetales, en cuyo estudio encontró el medio de mitigar los disgustos ajenos a la nueva carrera y de controlar su inocente ánimo afligido por las infamias y maldades de los hombres. Son bien sabidos los horrorosos sucesos del día 13 de junio de 1823 en Sevilla: un populacho desenfrenado y atizado por el fanatismo religioso y político se entregó a todos los excesos y arrojó a las llamas o sumergió en el río los equipajes de los diputados y empleados del Gobierno, que se dirigían precipitadamente a Cádiz como al último baluarte constitucional. Entre estos equipajes se hallaba el de La Gasca y casi toda su biblioteca y herbario, que pesaba unas 317 libras y una buena parte de este peso pertenecía a la flora, todo quedó consumido en aquel mar de fuego perdiéndose sin recurso un tesoro de la ciencia, se perdieron los materiales de la gran obra, fruto de 30 años de trabajo y observaciones.
Una masa feroz que en medio de los mayores desórdenes mezclaba con sus alaridos el grito horrible de "muera la nación", ¿ podía representar un bello monumento de gloria y utilidad nacional? La Gasca perdió su tesoro y no se sabe como no perdió la vida. Hasta el último instante de su existencia expresó siempre el sentimiento que le causó tan irreparable pérdida; sólo el que tenga el entusiasmo botánico de La Gasca es capaz de conocer, más nunca expresar la intensidad de su dolor. Oigamos con que calma estoica habla de tamaña desgracia. "Sevilla es el sepulcro de varias producciones útiles de Ciencias Naturales. Allí perdió Clemente el resultado de su viaje por la Serranía de Ronda y de sus observaciones hechas en el Reino de Sevilla en 1807, 1808 y 1809; allí perdió también ricas colecciones, acopiadas entre las balas de los patriotas, el ilustre barón Bory de Saint-Vincent, coronel del Ejército francés; allí se sepultaron para siempre lo más selecto de mi herbario y biblioteca; y lo que es más, todos mis manuscritos, fruto de 30 años de observaciones a excepción de lo concerniente a la Ceres española que todo íntegro quedó en poder de Clemente".
Esto escribía La Gasca en 1827 ignorando haberse salvado del fuego algunos paquetes de plantas que compró en una almoneda de Sevilla el Excmo. Señor duque de la Ahumada, cuando se hallaba de Capitán General de Andalucía y devolvió a nuestro botánico después de su regreso, habiéndole visto entusiasmarse con dichas adquisiciones como si hubiese recobrado un hijo querido y llorado ya por muerto. Pero ¡Qué contraste entre lo poco que recobraba y el gran tesoro que había perdido! ¡ Qué fatalidad, señores, presidió sobre aquella rica y suntuosa capital, cuna de tantos españoles sabios y célebres bajo todos los conceptos!

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