lunes, 21 de junio de 2010

Cuadernos 109 Elogio de Lagasca

Amapola, en aragonés, ababol.
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ELOGIO HISTÓRICO
A
D. MARIANO LA GASCA Y SEGURA
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1776 – 1839
Por el doctor Agustín Yáñez y Girona
VEINTISIETE
En Londres se dedicó La-Gasca otra vez a su estudio favorito con los abundantes medios que en aquella capital del orbe civilizado le proporcionaron sus amigos y admiradores. Examinó, devoró, si así puede decirse, el herbario del inmortal Linneo recorrió los jardines y museos públicos y particulares y pudo hallar en las producciones de la naturaleza siempre benéfica, lo que tan dignamente le negaban sus desagradecidos compatriotas. La Sociedad de Farmacéuticos de Londres puso a su disposición el inmenso jardín de Chelsea, para que cultivase a su sabor las gramíneas y las umbelíferas, que eran entonces más que nunca el objeto de sus atenciones. Este hecho no revela cuanto el amor de los infelices, el aprecio y protección del verdadero mérito, son propios de las profesiones que llevan su abnegación hasta el extremo de sacrificar por sus semejantes el reposo y la vida. Se ocupó también nuestro sabio en la clasificación del herbario de un distinguido botánico inglés que había aviajado por el Oriente, y la recompensa que le valió este trabajo cubrió los gastos de la traslación de su familia, de cuyas caricias estuvo privado por espacio de dos años. Se le propuso que tomase parte en la redacción del Botanical register, a lo que no se atrevió a condescender por no tener conocimiento suficiente del idioma. No obstante, ello no le privó de publicar algún tiempo después en el Gardener´s magazine, un bosquejo interesante sobre el estado de la agricultura en España. La misma causa, junto con el disgusto que le hubiera causado el separarse más de su país nativo, en el que aún residía su familia, no le permitieron aceptar la cátedra de Botánica de una de las Universidades de los Estados Unidos para la que le indicó Smiht, justo apreciador de su exacto desempeño. Después de la muerte de este sabio, Brwn le propuso como botánico para la redacción de la Flora graeca, con el herbario y manuscritos del difunto Sihthorp, naturalista distinguido, que había recorrido la Cataluña y principalmente la Grecia, fundando la propuesta en los eminentes conocimientos generales de La- Gasca, en los particulares de la Flora española a la que se consideraba muy análoga la griega. Aunque fue preferido, como era muy regular, para esta comisión un profesor inglés, no deja lo dicho de ser una prueba convincente de alto concepto que había merecido de Brown. El ilustre Hooker, profesor de Botánica en la universidad de Glasglow, también lo apreciaba entrañablemente, y con este motivo no puedo menos de hacer mención de una anécdota ocurrida en casa de Lambert cuando La-Gasca, en presencia de los primeros botánicos ingleses, manifestó su profundo sentimiento por la adquisición que el último acababa de hacer del rico herbario de Pavón, que este se había visto precisado a vender para subvenir a su miseria y salvar la vida de un hijo suyo que se había condenado a muerte por una causa política. Así se explica Hooker en la página 63 del Botanical miscellany: “Mientras examinábamos los tesoros del conde de Lambert, entró en la sal aun hombre pequeño vestido de negro que echó una mirada llena de dolor y de indignación sobre los paquetes que había allí, pertenecientes al herbario de Ruiz y de Pavón. Tanto esta mirada como la elevada fisonomía de aquel sujeto, no pudieron menos que llamar mi atención y siéndome posible sujetar mi curiosidad, pregunté al señor David Don quién podía ser dicho hombre y me respondió: “El señor La-Gasca”. No bien lo hubo dicho cuando me eché en los brazos de mi antiguo amigo, que no pudo imaginarse quién era yo, pues sólo nos habíamos conocido por escrito durante algunos años, y he aquí que nos hemos reunido por encanto, cuando menos lo esperábamos. “¡Desgraciado La-Gasca…!. Y luego de indicar sus pérdidas sufridas en Sevilla, prosigue: “Después de esta entrevista nos visitamos La-Gasca y yo diariamente y algunas veces herborizamos juntos, etc.”

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