jueves, 31 de diciembre de 2009

Cuadernos 59 Elogio de Lagasca DOS

Tarragona, lugar donde Lagasca se inició en la Botánica

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ELOGIO HISTÓRICO
A
D. MARIANO LA GASCA
Y SEGURA
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1776 – 1839
Por el doctor Agustín Yáñez y Girona
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DOS
"He dicho que sus padres lo destinaron al estudio eclesiástico en una época en que era general que las familias de España proyectaran, a lo menos, un miembro de su seno al referido estado. La-Gasca no se sentía llamado a él, no reconocía en su interior tendencia alguna a las ciencias metafísicas, pues ya empezaba a apuntar en él la afición, que después fue necesidad, hacia el estudio de la naturaleza. La Providencia había dispuesto que no fuese una de las víctimas de la preocupación general y que no se consumiese inútilmente en la oscuridad el que debía ser gloria de España.
Le deparó por guía el señor Verdejo, canónigo tan respetable por la pureza de sus costumbres como por su ilustración, quien muy distante en esto de otros individuos de su clase, le abrió el camino, le fortaleció con sus consejos y le proporcionó los medios mientras vivió. Tenía el señor Verdejo bastante afición a la agricultura, y entre las personas ilustradas que frecuentaban su casa, se distinguían, particularmente, don Antonio Martí, célebre ya entonces en los anales de la ciencia por sus experimentos sobre la fecundación de los vegetales, producción de razas bastardas, indagación en las plantas criptógamas, rectificación del análisis del aire y muchas otras materias, poco conocidas en aquel tiempo. Las conversaciones con dicho sabio, tan profundo como modesto, gloria de Tarragona y de toda España, honor de esta Academia, que se hizo un deber de colocar su busto en esta misma sala, infundieron en el ánimo de nuestro joven la afición que fue después la causa de tan prodigiosos afectos. Esto aconteció en 1794. Bien puede gloriarse Aragón de haber sido la patria de La-Gasca; a Cataluña le cupo la suerte de ser la cuna de su ciencia; Encinacorba le vio nacer; Tarragona le vio aprender los principios de la Botánica. Un compañero nuestro fue el que le comunicó estos principios, el que le acompañó en sus primeras herborizaciones, el que le resolvió las primeras dificultades, el que le trasmitió aquel amor a la ciencia de los vegetales que le ocupaba enteramente y adquirió nuevas creces en el corazón de su discípulo. Si Martí no tuviese contraidos méritos eminentes para la ciencia, éste sólo le haría acreedor a la inmortalidad."

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